1
La muerte, desde la remota antigüedad, es una
solución final cuyo personaje inexorable arranca el último aliento al mortal
cuya hora ha llegado.
Personificada en un esqueleto solemne, armada
con una guadaña campesina, ciega las vidas como el agricultor la cebada,
amontona cabezas en montículos, mientras en su mano ósea exprime corazones
calientes.
2
La muerte es Godot, inequívocamente llegará,
como Vladimiro y Estragón, todos los seres vivos le esperamos. Los seres
humanos, en particular, por algo hemos inventado la tanatología, vamos cobrando
consciencia, primero de nuestra vulnerabilidad, segundo, de que existen
amenazas tangibles a nuestro alrededor, luego, de la posibilidad mortal y, al
final, tenemos la certeza, la única certeza, que en algún momento cada uno de
nosotros, humanos, moriremos, no, digo mal, yo, el que habla, tú, el que lee,
moriremos.
3
Así es, todos lo sabemos y al mismo tiempo lo
ignoramos.
4
Lo que viene después se pierde en una niebla
espesa, imposible atisbar ninguna pista, no hay indicios de aquello que las
creencias religiosas prometen, evanescencias de reinos insustanciales, imágenes
coloridas, dioses, ángeles, seres verdes brillando con halos amarillos y
azules, jardines florecidos donde habitan doncellas semidesnudas, nubes con
personajes alados tocando liras que emiten sugestivos arpegios, coros angélicos
más dulces que la miel, templos incenciados donde millones de fieles se
deleitan ante una gigantesca custodia donde habita una hostia descomunal.
5
O grutas oscuras tenuemente iluminadas con
hogueras donde se escuchan alaridos de dolor y quejas indecibles. Pasadizos
sombríos que son laberintos infinitos donde vagan las almas. Desprendimientos
interestelares inacabables.
E imágenes diversas producidas al calor de la
hoguera paleolítica, el uso de alucinógenos, o creadas expresamente para el
control religioso cuyos hierofantes sufren de una esquizofrenia severa, mediante
la cual, llegan a creer sus propias mentiras.
6
Bueno, cuando recién el hombre y la mujer se
miran en el espejo y se dan cuenta de que morirán, sin aceptarlo, siembran en
lo más hondo de su corazón la esperanza secreta, que la serpiente sugirió a Eva
en el paraíso “no moriréis”.
El engaño máximo, la diabólica sentencia, comed
del fruto, seréis como dioses, diferenciaréis el bien del mal y no moriréis.
Desde el ADN es emitido el mensaje adánico: soy
mortal pero no moriré.
A esto me refiero cuando digo: lo sabemos pero
lo ignoramos.
7
La hermana de la muerte es la latencia, la
posibilidad mortal, que nos acompaña siempre. Es la consciencia de la
fatalidad. Ella nunca nos pierde de vista. Muda acompañante, pasajera de
nuestro andar.
8
Vamos por la vida fatal tirando la carreta
imaginaria donde sentada viaja la hermana de la muerte.
Inmóvil, muda, inmutable, irreconocible, tan
sólo sentida, es una presencia ominosa, testigo de nuestra conducta parece que
lleva la cuenta de nuestros actos, subrayando con sangre vengativa nuestros
pecados.
9
La hermana de la muerte no es la muerte misma
sino su potencia, su anticipada presencia. Emite un aura negra. Su vestimenta
es color gris oscuro, lleva una capucha grande dentro de la cual se adivina un
rostro duro, inexpresivo, un aliento helado.
10
El objetivo de la gemela fatídica es infundir
temor, filtrar un miedo instintivo en las almas, reiterando con una profunda y
grave telepatía: sois mortales. Tú, eres mortal. Lo eres, no lo olvides.
11
Sin embargo, la mente humana es volátil, al
cabo, la distracción es un mecanismo de defensa, percibe el dictado de la
hermana de la muerte pero hace como que no lo entiende. Además, es
absolutamente cierto, la propia naturaleza del ser vivo es ignorar la muerte.
13
Pero la hermana de la muerte tiene una ventaja
sobre los seres humanos, ella sabe con certeza el momento en que deberá dar el
grito espeluznante cuya estridencia llegará a los oídos de su hermana, quien se
presentará al momento, para cegar una vida.
14
Hay un momento cósmico ininteligible, el cual
sucede en una fracción de segundo y encierra una energía superlativa: cuando la
muerte mira a los ojos a su hermana, y, le teme.
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