jueves, 9 de julio de 2015

La hermana de la muerte


1
La muerte, desde la remota antigüedad, es una solución final cuyo personaje inexorable arranca el último aliento al mortal cuya hora ha llegado.
Personificada en un esqueleto solemne, armada con una guadaña campesina, ciega las vidas como el agricultor la cebada, amontona cabezas en montículos, mientras en su mano ósea exprime corazones calientes.

2
La muerte es Godot, inequívocamente llegará, como Vladimiro y Estragón, todos los seres vivos le esperamos. Los seres humanos, en particular, por algo hemos inventado la tanatología, vamos cobrando consciencia, primero de nuestra vulnerabilidad, segundo, de que existen amenazas tangibles a nuestro alrededor, luego, de la posibilidad mortal y, al final, tenemos la certeza, la única certeza, que en algún momento cada uno de nosotros, humanos, moriremos, no, digo mal, yo, el que habla, tú, el que lee, moriremos.

3
Así es, todos lo sabemos y al mismo tiempo lo ignoramos.

4
Lo que viene después se pierde en una niebla espesa, imposible atisbar ninguna pista, no hay indicios de aquello que las creencias religiosas prometen, evanescencias de reinos insustanciales, imágenes coloridas, dioses, ángeles, seres verdes brillando con halos amarillos y azules, jardines florecidos donde habitan doncellas semidesnudas, nubes con personajes alados tocando liras que emiten sugestivos arpegios, coros angélicos más dulces que la miel, templos incenciados donde millones de fieles se deleitan ante una gigantesca custodia donde habita una hostia descomunal.

5
O grutas oscuras tenuemente iluminadas con hogueras donde se escuchan alaridos de dolor y quejas indecibles. Pasadizos sombríos que son laberintos infinitos donde vagan las almas. Desprendimientos interestelares inacabables.
E imágenes diversas producidas al calor de la hoguera paleolítica, el uso de alucinógenos, o creadas expresamente para el control religioso cuyos hierofantes sufren de una esquizofrenia severa, mediante la cual, llegan a creer sus propias mentiras.

6
Bueno, cuando recién el hombre y la mujer se miran en el espejo y se dan cuenta de que morirán, sin aceptarlo, siembran en lo más hondo de su corazón la esperanza secreta, que la serpiente sugirió a Eva en el paraíso “no moriréis”.
El engaño máximo, la diabólica sentencia, comed del fruto, seréis como dioses, diferenciaréis el bien del mal y no moriréis.
Desde el ADN es emitido el mensaje adánico: soy mortal pero no moriré.
A esto me refiero cuando digo: lo sabemos pero lo ignoramos.
7
La hermana de la muerte es la latencia, la posibilidad mortal, que nos acompaña siempre. Es la consciencia de la fatalidad. Ella nunca nos pierde de vista. Muda acompañante, pasajera de nuestro andar.

8
Vamos por la vida fatal tirando la carreta imaginaria donde sentada viaja la hermana de la muerte.
Inmóvil, muda, inmutable, irreconocible, tan sólo sentida, es una presencia ominosa, testigo de nuestra conducta parece que lleva la cuenta de nuestros actos, subrayando con sangre vengativa nuestros pecados.

9
La hermana de la muerte no es la muerte misma sino su potencia, su anticipada presencia. Emite un aura negra. Su vestimenta es color gris oscuro, lleva una capucha grande dentro de la cual se adivina un rostro duro, inexpresivo, un aliento helado.

10
El objetivo de la gemela fatídica es infundir temor, filtrar un miedo instintivo en las almas, reiterando con una profunda y grave telepatía: sois mortales. Tú, eres mortal. Lo eres, no lo olvides.

11
Sin embargo, la mente humana es volátil, al cabo, la distracción es un mecanismo de defensa, percibe el dictado de la hermana de la muerte pero hace como que no lo entiende. Además, es absolutamente cierto, la propia naturaleza del ser vivo es ignorar la muerte.

13
Pero la hermana de la muerte tiene una ventaja sobre los seres humanos, ella sabe con certeza el momento en que deberá dar el grito espeluznante cuya estridencia llegará a los oídos de su hermana, quien se presentará al momento, para cegar una vida.

14

Hay un momento cósmico ininteligible, el cual sucede en una fracción de segundo y encierra una energía superlativa: cuando la muerte mira a los ojos a su hermana, y, le teme.

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