jueves, 21 de enero de 2016
Mentiras de la ballena que se tragó el mundo.
1
Como
todos ustedes saben, yo provengo de un planeta acuoso que orbitaba alrededor de
un sol oscuro, llamado Nur, mucho más allá del sistema de Ra, donde Urania se
movía en elipses insensatas.
Al
terminarse las sardinas, me comí a unos extraños seres, mientras devoraba sus
partes inferiores cantaban, mal imitando la música que yo hago.
Luego
devoré pingüinos, focas, delfines, tiburones, pargos, atunes, meros, robalos,
pulpos, calamares y medusas, las cuales me producían unas agruras espantosas.
2
Con un
apetito insaciable terminé por comerme a toda la fauna marina de Akuos, mi
planeta de origen. Mi tamaño aumentó desproporcionadamente, llegué a ser tan
grande que engullí a mi planeta, por lo que estuve orinando durante treinta
años sin parar.
3
Como
todas las cosas en el universo visible y en el invisible, se deben a alguna
misteriosa causa, pude navegar en el espacio vacío como en un enorme mar,
oscuro y frío.
A lo
lejos, pero lejos, veía luces irradiantes y puntos luminosos, que supuse
reflejantes, o sea, que había cuerpos con luz propia y otros que eran
iluminados por estos.
4
De vez
en cuando, al pasar cerca de las luminarias más grandes, sentía fuertes
jalones, fuerzas de atracción intentaban sacarme de mi ruta, del derrotero que
yo tenía asignado por quien sabe quién, al que me obligaba yo misma a seguir
invariablemente, cosa que, en varias ocasiones, me requería un enorme esfuerzo.
Cuando
estos campos trataban de atraparme y someterme, yo movía mi inmensa cola,
aleteando con furiosa violencia. Me escapaba, siempre, apenas, pensaba yo, cada
vez que esto sucedía.
Entonces,
habiendo vencido el cerco, retomaba el camino hacia donde me llevaba la inercia
o el eco de mi canto, no sé.
5
Antes, quiero decir, al principio de mi
existencia, yo intuía que era un ser vivo, lo sabía, pues. Pero mi única
ocupación verdadera era comer y cantar.
Cuando
me saciaba, cantaba, mi voz se diseminaba por todo el océano y volvía mí,
mostrándome las cosas y los seres que me rodeaban. Era mágico.
Luego
de cantar un largo rato, meaba y zurraba dichosamente. Hecho lo cual, volvía a
comer. Me saciaba, cantaba. Meaba y zurraba. De vuelta a comer.
No me
daba cuenta de mi inmensa soledad, ni sabía que me llamo ballena.
6
Al
pasar entre dos luminarias gigantescas, Sirius y Regulus, según me dijeron mis
maestros, una ballena luminosa, que resultó ser una nave intergaláctica, ¿inter
qué?, les dije a mis nuevos amigos, quienes se comunicaban conmigo con la
mente, en forma clara e inteligible.
Me
explicaron qué es una galaxia, qué es un planeta, me dijeron que yo soy una
ballena, que ellos eran pleyadianos.
Me
explicaron todo el asunto de las fuerzas gravitatorias, me hablaron de los
humanos que en distintos planetas pueblan toda la Vía Láctea, que es como se
llama esta galaxia.
Ellos
enseñándome y yo aprendiendo cantidad de conocimientos (la mayor parte los
considero inútiles), viajamos juntos como mil años, hasta que me dejaron en
Urano, se despidieron muy contentos, porque estos seres siempre andan de buen
humor.
7
Me
resigné a estar sola de nuevo, aunque ahora que sabía de la existencia de otros
seres pensantes, además de mí, la soledad me calaba, me producía un sentimiento
de abandono muy feo.
La
cosa es que yo ya tenía mucha hambre.
Cuando
pasé junto a Júpiter, un planeta de gas endurecido, rarísimo, nunca había visto
uno como ese, me di cuenta que era más grande que yo, como lo doble de mi
tamaño, por lo que me dirigí más a la izquierda pensando en que su gravedad me
atraería, pero no, es un cuerpo muy grande pero débil.
Me
ufané por ello.
8
Pasé
como un rayo junto a Marte, pues conforme había ido avanzando en el vacío mi
aceleración se fue incrementando constantemente, proporcionándome una velocidad
increíble. Warp, me dijeron mis amigos los pleyadianos.
De
repente un montón de piedrotas comenzaron a golpearme, más bien era yo que
atravesaba por donde ellas se alineaban en un cinturón orbital.
No me
lastimaron mucho pero sí me causaron raspaduras y chichones.
Pasando
este inconveniente la vi, a Urania, junto a su acompañante fantasmal, conforme
me acercaba, vertiginosamente, fui abriendo mi inmensa boca, esquivé la pelota
plateada y zas, me la comí, a Urania, de un bocado.
9
Adivinen
qué pasó después.
Pues,
sí, me puse a cantar.
jueves, 7 de enero de 2016
Nuestra fe en el abismo.
Siempre hemos temido un golpe
de masa
Hemos prefigurado un asteroide
grande
Chocando a la Tierra
Cosa tan improbable como
Que un rico se salve
También nos asusta que el sol
explote
Por un accidente imponderable
Y llegamos al extremo de
entristecer
Porque un día nuestro sol
cesará
Pues habrá consumido todo el
hidrógeno
Será una fantasmal bola de
helio
Nos gusta el catastrofismo
Un velado sentimiento de culpa
Nos acompaña desde que nos
corrieron
Del Paraíso
Y esa culpabilidad nos impele
a desear
Ser castigados
Por eso mientras la catástrofe
final llega
Para poner punto final a la
existencia humana
Que es la única raza que de
verdad nos importa
Nos la pasamos peleando y
asesinando
Mintiendo y robando
Como ya damos por hecho que
nuestro destino
Es la nada
Pues a darle vuelo a la
hilacha
Pecar, pecar y, pecar
Parece nuestra misión asignada
La cual fielmente cumplimos
Nuestro padre es el engaño
Nuestra madre la insolencia
Navegamos en el miedo
Bajo la tormenta oscura
En una barca frágil
Siempre a punto de quebrarse
Estamos atrapados en un
remolino gigante
En el mar de los sargazos.
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